Ante este panorama antes descrito, las distintas Administraciones, desde finales de los años 80 del siglo pasado, comenzaron tímidamente a poner a disposición de los médicos, cuya función clínica prácticamente había sido devorada por el trabajo burocrático, algunos formatos de receta para tratamientos de larga duración, que pretendían minimizar el impacto de los actos repetidos en su consulta, aunque su diseño ya obsoleto de partida, y sin contar con la opinión del usuario a quien iba destinado, la farragosidad de su cumplimentación y las limitaciones injustificadas de su uso, hicieron de éstas un elemento mas bien extraño en las consultas. Durante los años 90, los propios profesionales intentaron poner remedio a la situación, partiendo de ellos diferentes iniciativas en el diseño de programas informáticos de repetición de recetas que, no sin trabas, finalmente incorporados en algunos desarrollos informáticos de historia clínica, paliaron en parte el problema en un reducido número de casos. En los años transcurridos desde el comienzo del siglo, al hilo de la creciente e imparable informatización de los circuitos organizativos y registros clínicos, fundamentalmente en los centros de salud, se han multiplicado las llamadas experiencias de receta electrónica. Prácticamente, cada Comunidad Autónoma que se precie ha puesto en marcha alguna de estas experiencias, bien para mostrar su interés ante la opinión pública o bien dirigida a unos pocos profesionales, que no pacientes, pues en estos, sujetos pasivos de la supuesta mejora, no solo queda absolutamente restringida su movilidad a la hora de obtener los productos prescritos en los ámbitos de aplicación de la medida (locales, comarcales, ¿autonómicos?), sino que se pasan por alto normas de privacidad exigibles, al incluir en innecesarios repositorios predispensación datos poco relevantes para su fin y potencialmente comprometedores de la privacidad, sin haber meditado suficientemente sobre las consecuencias de una fuga de la información almacenada, o sin haber diseñado alternativas, que existen, que eviten ese almacenamiento impertinente, indiscriminado e intemporal de informatización. Las opciones de formato pasarán, de cualquier modo por la multiprescripción, a mano, informatizada o electrónica, superando, en cualquier caso las mono prescripciones al uso. A pesar de las pegas que se encuentren, en la situación actual donde existen comunidades autónomas con más del 90% de la prescripción de Atención Primaria informatizada, es obvio que la prescripción electrónica, evidentemente la multiprescripción, como superación de la actual "recetación" informatizada, no tiene vuelta atrás. |