El hecho de considerar de una parte que el actual formato de la receta en papel es obsoleto, ineficiente y pernicioso y de otra que, a futuros, dicho formato debería constituir un simple recurso ante contingencias, provoca que si bien es evidente la necesidad de una reforma que adapte el mismo a las verdaderas necesidades de la atención sanitaria, no lo es menos que, cuando esta se realice, el cambio que ha de ser radical y definitivo, debe estar supeditado a dicho formato informático, siendo preferible, hasta el momento de abordar el mismo, evitar modificaciones provisionales y parcheos. Del desarrollo de la primera propuesta incluida en el documento se debe inferir que, a través de la introducción de un cambio en el modelo prescripción/receta/facturación en el sentido de adjudicar cada acto al responsable del mismo, es exigible la existencia de un formato único de receta en papel, tanto en diseño como en color, con independencia del garante de la facturación, con independencia del tipo de productos prescritos (fármacos vs otros productos), con independencia de su tipo de financiación, con relativa independencia del número de ellos (condicionada a la capacidad física), con relativa independencia de la duración de cada uno de los tratamientos (condicionada a un consenso profesional y organizacional basado en la eficiencia) y, dado que la diferenciación a efectos de facturación es factible, podría contemplarse incluso la independencia de su lugar de emisión (público o privado). El análisis de las medidas antifalsificación y de los mecanismos que permitan identificar prescriptor, lugar de emisión, servicio de salud, financiación, etc.., escapa del propósito de este documento, pero baste decir que la experiencia con códigos de barras y encriptación de nivel alto, permiten sin lugar a dudas asumir el diseño de tales situaciones con máxima garantía. Somos conscientes sin embargo, que una propuesta de este calado, que no hay que olvidar se acerca e inspira en formatos de receta existentes en muchos países europeos, exige no sólo flexibilidad por parte de las Administraciones Públicas sino que exigirá disciplina por parte de los ciudadanos, que habrán de responsabilizarse, en mayor medida que la actual, de la conservación, custodia y gestión de sus documentos de uso en prescripción repetida.

Concluimos la necesidad de diseñar un nuevo y único formato de receta en soporte papel, independiente de la cobertura sanitaria del paciente al que se dirija, del lugar de trabajo en el que sea cumplimentada por el prescriptor, del tipo producto prescrito y del garante de la facturación.